martes, 24 de julio de 2012
LUIS ALBERTO MIRALDI
Hay que remontarse a casi cinco años atrás de este 3 de mayo de 1998, a aquella carrera que Walter Hernández ganó en el nefasto semipermanente de La Plata, para encontrar un ganador tan sorpresivo como el que el TC entregó en su primer paso del año por Buenos Aires en la temporada. Claro que aquella vez, Walter llegó con el antecedente de un puñado de carreras en la categoría, mientras que Luis Alberto Miraldi ya se encuentra cercano al centenar. Una espera demasiado extensa que tuvo la compensación del festejo en el escenario soñado por todo ganador primerizo, como lo es el Oscar Gálvez y llevando en la butaca derecha de acompañante a su rubia esposa Mariela.
La sorpresa del triunfo de Miraldi estuvo rodeada por la agradable rutina de otra carrera altamente emotiva que entregó el TC, con sus múltiples y cambiantes alternativas, y por ese saludable hábito de la categoría de contar con una importante concurrencia, que en este caso anduvo por las 20.000 personas. Dos matices que le dieron color y calor a una jornada en la que hasta el Sol se animó a salir.¿Qué pasó para que Miraldi tirara al tacho de la basura todos los pronósticos de la lógica? Para empezar, el diablo empezó desde temprano a meter la cola, marginando ya en las series a importantes candidatos como Ortelli (se engranó la guía de válvulas y quedó en 5 cilindros), Garrido (despiste al desinflarse el neumático delantero izquierdo), Martínez (agarró la luneta desprendida del auto de Garrido y rompió el radiador), José Luis Di Palma (manguera de aceite) y Satriano (quebró el eje del carburador). Esto le permitió con su tercer puesto en la serie largar noveno la final, con la esperanza de continuar avanzando si funcionaban los cambios efectuados en el chasis. La fortuna lo siguió ayudando en la final con las deserciones de Salerno (pistón), Acuña (una piedra le dobló el captor de encendido), Urretavizcaya y Etchegaray (toque) y Verna (motor). Un quintento que difícilmente hubiera estado al alcance de Miraldi.Pero ojo, que también Miraldi puso lo suyo. Porque, por encima de la pasividad de Traverso, más preocupado por no cargar lastre que por subir al podio, supo aprovechar la firmeza con que su chivo salía de Salotto para dar cuenta del veloz Dodge de Petrich, de un Falcon que anduvo rápido como el de Redolfi y finalmente del Chevrolet de Iglesias en la maniobra que a 3 giros del final resultó clave. Porque allí, ante el abandono del infortunado Verna, otro que merecía la victoria y la perdió por culpa del motor cuando parecía tener controlada la situación, Miraldi atrapó un liderazgo que hasta la última curva debió defender sin margen de errores ante los embates de Iglesias. Y este fue otro de sus méritos para inscribir su nombre como el sexto ganador diferente sobre otras tantas fechas del año y colocar 4 a 2 el duelo a favor de los Chivos.
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excelente piloto,uno de los mejores en su epoca y si volviera de hoy tambien,engalano la mejor epoca del tc,¡ojala volviera esa epoca!
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