Su ciudad natal, Chivilcoy, siempre respiró automovilismo del grande. El paso de las carreras de TC, la presencia de pilotos de la talla de Juan Ayarza Garré, y la pasión extrema en cada rincón de la ciudad generaba puñados de soñadores con una única ilusión: correr en Turismo Carretera. Emilio Salvador Satriano y su hermano Pablo inhalaron esos aires fierreros desde chicos. Los dos compartían esa pasión, y soñaban con estar algún día al volante de un vehículo de competición. Así, con el transcurso de los años y la clara meta, llegó un momento de definición: Emilio como piloto, Pablo con la “lima” en el taller. Sin saberlo, habían puesto la piedra fundamental de una sociedad duradera y exitosa dentro de la categoría más popular del país, esa que era dueña de sus sueños desde niños
Un efímero paso por el karting entregó los primeros buenos parámetros del equipo. Eso motivó a concretar un ascenso en la actividad, que se cristalizó en una categoría promocional, con gran cantidad de autos, competitividad, y proyección: la Monomarca Citroen. Allí, la dupla mostró lo que podía dar luego de 4 títulos y 24 triunfos consecutivos, marca esta que es única en el automovilismo argentino y mundial. Ya se hablaba de “Los Satriano” en el mundillo automovilístico, mientras ellos silenciosamente y con el trabajo como bastión principal se preparaban para el próximo desafío, el Turismo Nacional. La especialidad los recibió a mediados de la década del ’70, presentándoles rivales con los que se batirían a lo largo de toda su campaña deportiva conjunta: Osvaldo Morresi y Roberto Urretavizcaya, solo por citar los ejemplos más salientes. El Fiat 128 conducido por Emilio, auspiciado íntegramente por una empresa láctea, fue protagonista “de movida” en la clase menor del TN, protagonizando inolvidables luchas tanto en pista como en la montaña. Faltó la corona, pero la campaña demostró una vez más que los hermanos de Chivilcoy iban a paso firme rumbo a alcanzar el objetivo deseado, el TC. La madurez de Emilio pilotando y Pablo en la preparación ameritaba hacer el intento en la categoría de sus sueños. Y allá fueron…
El comienzo de la década del 80 vio a Emilio debutar en TC. Parte del sueño de los hermanos estaba cumplido. De espectadores y soñadores años atrás, los Satriano ahora eran parte de la categoría. Sin embargo, y como marcaba la historia previa, querían más. La primera experiencia fue más que positiva. Con un prolijo Chevy, número 95 en los laterales, el “Obispo”, tal el apodo que le colocara un relator radial años más tarde y basado en la contextura física de Emilio y su incipiente calvicie, llegó a colocarse segundo hasta que la rotura del motor decretó el abandono. Asombro para propios y extraños, menos para quienes los conocían con anterioridad y sabían de los logros que los habían depositado en el TC. A partir de ahí pareció que el triunfo llegaría pronto. Empero, el mismo se hizo esperar algunos meses, en los que la dupla adquirió experiencia y aprendió de los errores. Ya en 1981, luego de un balance positivo en el ejercicio debut, el 19 de Abril y en Olavarría, Satriano subió por primera vez al escalón más alto del podio en la categoría más popular del país. Su Chevrolet ya no combinaba blanco con naranja sino con verde y llevaba el número 5, lo que evidenciaba el buen trabajo del primer año. Empezaron a repetirse los halagos, y el auto de Chivilcoy ya había sido bautizado con el mote que llevaría a través de toda su participación: “El misil de Chivilcoy”. El “chivo” sobresalía por la potencia que Pablo sabía extraerle al impulsor, y esto se notaba con solo escucharlo: su sonido se distinguía sobre el del resto de los autos del parque. Combinando esta arista con un manejo agresivo de Emilio en semipermanentes, el equipo se esgrimió como el puntal de Chevrolet en la categoría. Un solitario defensor, al que de vez en cuando se sumaba Morresi, aquel rival del TN, o Angel Banfi. Pero nadie con el papel protagónico de Satriano, que solía “plantarse” con firmeza ante los casi imbatibles Dodge de Roberto Mouras y Oscar Castellano.
En 1985, la obtención del subcampeonato logró repetir la historia de los primeros pasos: mientras todos auguraban una pronta consagración como campeón, la corona recién llegó en 1990. Un gran año en todo sentido, para devolverle la gloria a Chevrolet a más de 10 años de lo que había sido la última consagración de un piloto de la marca, a manos por aquel entonces de Francisco Espinosa. Emilio se impuso en 4 carreras y de manera consecutiva, arañando así la marca de Mouras, cuando en el 76 hilvanó seis. Bahía Blanca, Balcarce, Lobos y el tan afecto Olavarría fueron escenario de la construcción de su único campeonato, batiendo nada menos que a Castellano, por ese entonces piloto Ford. Luego, vinieron años de buenas y malas, con un nuevo subcampeonato en 1998 y el retiro definitivo en el 2000. Satriano, tanto Emilio como Pablo, sobrevivieron a las diferentes transiciones técnicas y deportivas del TC, siendo protagonistas en cada año que participaron. Y, como no podía ser de otra manera, la despedida del ícono tuvo premio extra: Es el más ganador con la marca del moño, y el más vencedor en series. 27 primeros puestos en finales y 85 series son los impresionantes números, que se mantienen vigentes aún y seguramente sigan ahí varios años más.
Hoy día, los hermanos siguen ligados al TC cumpliendo roles de preparador y jefe de equipo, lamentablemente separados por problemas de índole personal. Chivilcoy, esa ciudad que aún respira TC, se volvió una de las localidades-ícono de la categoría gracias a la gestión de Satriano. Un ídolo de verdad, con transparencia, sin segundas intenciones, con la pasión como bandera, con amor a la marca. El Olimpia de Plata en automovilismo de 1990 premió el merecido campeonato. El reconocimiento a través de los años y la vigencia de su obra son el premio que Satriano recibe cada día de su vida, algo que pocos pueden ostentar y llevar con tanta humildad.
ULTIMA VICTORIA DE SATRIANO EN TC
SUS AUTOS
SI HUBO UN PILOTO FIEL A LA MARCA ES EMILIO SATRIANO, MUY BUEN PILOTO
ResponderEliminarUN CABALLERO DEL DEPORTE.
siempre fue medio lloron ! pero fue bueno de verdad
ResponderEliminar