jueves, 27 de marzo de 2014
AQUEL VUELO ETERNO DEL PATO
“Mirá, ahí están los asesinos de Mouras…” le decía Osvaldo Morresi a un periodista el 7 de noviembre de 1993 , señalando los taludes de tierra que rodeaban el semipermanente de San Lorenzo y recordando que un año atrás contra uno de esos muros de tierra se habían quebrado el cuello y la vida del inolvidable Toro de Carlos Casares. Hablaba sin ningún morbo, con esa espontaneidad que era su marca registrada y sin imaginar que cuatro meses más tarde, hace hoy veinte años, también contra uno de esos temidos taludes, terminaría su vida en otro semipermanente tan o más peligroso que el santafesino como lo era el 19 de noviembre de La Plata. Un riesgo que el Pato, tal el nombre con el que lo conocía el ambiente, asumía al punto de reconocer con esa misma sinceridad que “si se mató Mouras que era el mejor de nosotros, todos estamos en el bolillero…” Cruel coincidencia del destino: Morresi como Mouras murió sobre un Chevrolet, yendo en punta y fue declarado ganador post mortem al suspenderse la carrera tras su accidente.
No fue un gran campeón Osvaldo Morresi. Ni siquiera logró un título en el TC. Tampoco ganó muchas carreras. Apenas ocho. Sin embargo caló hondo en el corazón de los hinchas, esos que no saben de números, y si, de entregas, por su fidelidad a una marca (Chevrolet) en sus 157 carreras en el TC y por esa forma de ser, simple y llana, con una espontaneidad que mostraba ya sea para contar con lujos de detalles sus alegrías como para descargar sin filtro sus broncas. Su locuacidad sobresalía en los boxes de aquel TC de los 80 y 90 donde como figuras principales convivían un sigiloso Oscar Castellano, un reservado Roberto Mouras, un correcto Emilio Satriano y un altanero Oscar Aventín. Su estilo conductivo coincidía con su personalidad. Velocista nato, iba al frente siempre, a veces demasiado. Por eso tuvo menos alegria y más amarguras que las merecidas.
Junto a su acompañante Jorge Marceca, el Pato de San Pedro, ciudad donde había nacido el 15 de agosto de 1952 y donde actualmente lo recuerda un museo, se llevó a la eternidad el dudoso privilegio de ser el último mártir de los muchos que cayeron en las batallas del TC en las rutas. Su sacrificio comenzó a apurar el adiós del TC a las rutas que ya se veía venir por entonces con el avance de las transmisiones televisivas. Igual tardó casi tres años en concretarse. Menos demoró la ACTC en cubrir esas dos bajas de referentes de Chevrolet que tuvo con las muertes de Mouras y Morresi. Llamó a Juan María Traverso, que rapidamente iniciaría su segundo gran ciclo en la categoría. Además seis meses después de aquel triste mediodía de La Plata, apareció un muchacho, que aunque arrancó corriendo y ganando con Ford, se convertiría con los años en uno de los grandes referentes de Chevrolet como en su momento lo fue Morresi. Aquel muchacho era Guillermo Ortelli, el mismo que este fin de semana en Concordia girará sobre uno de los tantos Chevrolet que manejó Morresi en su campaña deportiva en el TC a la que llegó tras una destacada incursión en el Turismo Nacional, categoría en la que en 1978 logró su único título con un Fiat 128 . Será el mejor homenaje para este Pato Morresi que hace veinte años emprendió un vuelo sin retorno.
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Eterno el pato!
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