jueves, 3 de abril de 2014
32.000 kilometros de aventura a bordo de un Chevrolet 1928, con video incluido
La increible epopeya de los hermanos Stoessel que en 1928 realizaron el viaje de Buenos Aires a Nueva York con un irrompible Chevrolet.
Aun cuando no lo mencionan en su libro “32.000 Kilómetros de Aventuras” (Bs. As. 1930, 270 págs.), los hermanos Adán y Andrés Stoessel se inspiraron para su viaje a Norteamérica en el raíd de Aimé Tschiffely con Gato y Mancha, que el suizo-inglés inició en abril de 1925 en Buenos Aires y terminó 3 años después en Washington.
Lo que sí destacan, y en esto se muestran visionarios los Stoessel, es que se proponen señalar rumbos para la futura Carretera Panamericana, que terminaría de tomar forma definitiva recién en la década de los años ’40.
Con un flamante Chevrolet ’28 con volante a la izquierda (algo inusual porque en la Argentina se circulaba entonces por la izquierda y todos los autos tenían dirección del lado derecho) inician el prolongado periplo en su pueblo natal Arroyo Corto, entre Pigué y Coronel Suárez, a las 8 horas del 15 de abril de 1928. Tras pasar por Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Santiago y Tucumán utilizando en buena parte caminos de chacra ya que no existían carreteras ni rutas, llegan a Salta el día 30 tras la primera gran empantanada de 23 horas, por las lluvias.
Procuran llegar a Bolivia por la Quebrada de Humahuaca, pero no pueden pasar por los aluviones en Volcán. Prueban entonces con más éxito por la Quebrada del Toro, donde los caminos eran excelentes pues eran los de servicio del F. C. a Huaytiquina. Al pasar por las borateras de las Salinas Grandes de Jujuy no ven ni rastros de huellas ni tampoco improntas de cubiertas de auto. “Un indio que se hallaba sentado en la puerta de un miserable rancho, no pudo informarnos, porque no sabía una palabra de español, y no comprendió siquiera el alcance de nuestras preguntas a pesar de nuestro gestos expresivos”, hasta que “por fin, lleno de júbilo, Adán nos señala una huella de neumático sobre la tierra blanda”, a lo que el indio les mostró las suelas de sus ojotas hechas con un trozo de cubierta de automóvil.
En Bolivia pasan por Oruro, La Paz y cruzan el Salar de Uyuni. Con enormes dificultades, debiendo abrir huellas, llegan al Cuzco y arriban el 28 de agosto a Lima. En forma análoga a Tschiffely, pasan períodos de hambre ya que los indígenas se niegan a venderles animales, por lo que tienen que alimentarse a veces de huevos. “No podíamos, naturalmente, dejarnos morir de hambre en medio de la montaña, y era por eso necesario que echáramos mano al revólver para exigir que nos vendiesen lo que pedíamos”. Una violenta tempestad de nieve casi los hace morir en plena montaña.
En las sierras peruanas (como en otros sitios también) se les acabó la gasolina y debieron caminar varios días para procurarse combustible en bidones. Por Huancacocha y Puquio deben abrirse camino a pico y pala, construir puentes y pircar precarias sendas de faldeo; necesitan más de 20 días para trasponer 36 leguas (180 kilómetros).
Ya en “el país donde nunca llueve” arriban a Lima el 28 de agosto y se asombran por el gran número de hijos del Celeste Imperio afincados allí (éstos habían sido contratados para trabajar en la construcción del F. C. Central del Perú). Se sorprenden que en los restoranes chinos “no solo cotizaban el valor de los alimentos, sino que también el de los platos que los contenían, cobrando diez céntimos por plato liso, quince por uno rayado y 20 por los floreados.”
En Lima, empero, se les habían agotado los fondos. Providencialmente actuaba en Lima por esos días la compañía teatral y circense argentina de Segundo Pomar, empresario que organizó una función a beneficio de los Stoessel. En Lima se quedan muchas semanas, por falta de dinero y porque se enamoraron de varias hermosas limeñas. Vivieron repetidos romances en varias ciudades y por eso perdieron (o ganaron) mucho tiempo. A todo esto su mecánico Carlos Díaz decide quedarse trabajando en la ciudad de los virreyes por una excelente oferta laboral que recibió como jefe de un taller.
En los desiertos de arena que en adelante debían atravesar, calzaron “neumáticos de supermedida, reforzados y con la mitad de la presión normal para no hundirse.”
Cerca de Trujillo se encuentran en medio de la nada con un grupo de personas “alrededor de una roca escuchando a un músico, barbudo y desarrapado que tocaba guitarra y cantaba coplas. Descendimos del coche para ver, pero de inmediato nos rodearon apuntándonos con las carabinas y pistolas que llevaban entre sus ropas y reclamándonos perentoriamente la entrega de todo cuanto llevábamos…y bajo la amenaza de media docena de bocas de fuego nos obligaron a despojarnos incluso de nuestras ropas, tal vez para evitarse la molestia de revisar los bolsillos”, dejándoles magnánimamente el auto porque ninguno de los facinerosos sabía manejar.
Luego de atravesar con muchas peripecias Ecuador y Colombia cruzan y entrecruzan la gran sabana de Venezuela. Se topan en un momento con indios salvajes (que se ven en la película) que viven de la recolección y la caza. El veneno para las flechas se prepara de esta forma: se recolectan los yuyos necesarios y se hierven en una gran paila. Para verificar si la toxina ya alcanzó su punto, se toma al más veterano de la tribu, y entre cuatro lo tienen de bruces sobre la olla; si moría, el brebaje estaba a punto.
Llegaron a Caracas luego de once meses, y el 18 de mayo de 1929 a México, donde les robaron el celuloide de la película, film que después se recuperó en forma parcial de copias que confeccionaron lo largo del viaje, porque en muchas partes proyectaban sus aventuras para ganarse la vida. La copia que sobrevive es una reconstrucción.
Entre los numerosos contratiempos figura (y eso está documentado en la película-video) que al cruzar un río, se quedaron atascados. De noche, el agua creció y tapó el vehículo. Con paciencia desarmaron y secaron todo y lo rearmaron.
Recordarían al final “los caimanes del río Magdalena, las fiebres tropicales, los mosquitos implacables, desiertos, lodazales, selvas, los bandoleros de Trujillo, de Nicaragua y del Almorzadero, y las latas de conserva que fueron nuestro menú cotidiano durante 15 jornadas mientras construíamos una huella para poder proseguir.”
Estimaron haber gastado 6.000 galones de gasolina, lo cual parece mucho porque si recorrieron 32.000 kilómetros es evidentemente excesivo un consumo de casi un litro x kilómetro. En cambio es probable que hayan deshecho 43 cubiertas.
El 6 de mayo de 1930, tras 25 meses de viaje, llegaron a Nueva York. En Detroit la GM les hizo un gran recibimiento, quedando su coche en el museo Chevrolet. Una de las grandes proezas del automovilismo había sido escrita por argentinos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
¡Felicitaciones por difundir el viaje de los Hermanos Stoessel!. Soy el feliz usuario de un Chevrolet 400 que esta en mi familia desde hace 42 años y como tal me gusta seguir las noticias de la marca, por lo que integro varios grupos de facebook seguidores del Chevrolet. Cuando me entere de la gran proeza que hicieron Adan y Andrés en 1928, la cual me intereso muchísimo ya que además de seguidor del Chevrolet soy Prof. de historia e historiador. Me llamo la atención que esta gesta no fuera conocida, no solo por la hazaña realizada sino por su importancia y la magnitud de la tarea que emprendieron por ese motivo le propuse a una de sus descendientes, Claudia Stoessel, difundir esta gesta, por lo que en Jujuy, mi provincia, les hicimos un homenaje con una pequeña exposición de autos Chevrolet 400 y Chevys. Realmente toda una Hazaña y aun mas en esa época.
ResponderEliminarme sorprendio la hazaña y me parecio que habia que darle difusion, me alegro que seas fanatico de la marca y te felicito por tu 400. abrazo
ResponderEliminarGracias por darle difusión a esta gran proeza! Soy descendiente de los hermanos Stoessel, y siempre fue mi gran sueño dar a conocer esta historia... al fin... la estamos cumpliendo... Nadie sabía de la existencia del film hasta que sus descendientes decidieron darlo a conocer. Un paso muy importante fue subirlo en forma de documental a internet, para abrirle las puertas al mundo. De a poco todo va tomando su forma. Cada mes de abril hemos decidido rendirles homenaje en su pueblo natal, Arroyo Corto, junto con un fanático de Chevrolet, el Sr. Juan José de Victoria. Ahora se nos une Jujuy,,, y alguna vez hemos recibido algún correo desde EEUU interesados en esta historia, digna de ser difundida! Una frase de los Hermanos: "“Nos quedaba la satisfacción de haber sido los primeros que unieron en automóvil las dos grandes ciudades de nuestra América, siquiera para demostrar que la carretera panamericana puede ser una realidad dentro de pocos años”.
ResponderEliminarHola
EliminarClaudia, me alegro de ser uno de los transmisores de esta gran historia, realmente no sabia de ella hasta que encontre la nota que aparece publicada.
ResponderEliminarLos felicito por reavivar estas historias que son la base de nuestro pais.
En lo que pueda servirles. Gracias por ayudarme a difundir esta historia! Sueño cumplido! En Facebook: Homenaje a los Aventureros Alemanes del Volga Adán y Andrés Stoessel.
EliminarInteresante el material filmico de la época, despectivo y violento el trato y la forma en dirigirse a las comunidades originarias de latinoamerica que los recibian, auténticos pobladores de estas tierras.
ResponderEliminarHola.soy sobrina de Manuel Gómez del Valle
ResponderEliminarUno de los componentes de semejante hazaña.la familia no la conocía .gracias por haberla difundido